Los que no se van
Vendrá la muerte y será una de esas visitas que no se va nunca. Una tarde cualquiera llegará con su guadaña, se sentará en el sofá de tu casa y empezará a contarte su vida. Pasarán las horas, se hará de noche y ella te seguirá relatando historias suyas y de su familia sin hacer caso de los signos cada vez menos sutiles con los que intentas hacerle entender que quieres que se largue de una vez. Seguramente pasarán unas doce o catorce horas antes de que comprendas que no se va a ir nunca, que estás muerto y que eso es la eternidad.