lunes, febrero 06, 2006

Inquilinos

Hay dos tipos de muerte, y a cada cual le toca según el tipo de contrato que firmara con dios para alquilar su cuerpo. La primera opción es la más corriente, la de casi todo el mundo: la muerte llega a tu casa un día cualquiera -suele ser por las mañanas, como los paquetes de correos-, llama al timbre, te cuenta que estás muerto y tienes que irte con ella. No hace falta llevar maletas, en el infierno te dan toallas y ropa de cama; dicen que es muy parecido a un albergue barato. La segunda opción es más moderna –a dios también le afecta el progreso y se va haciendo cada vez más amable con estas cosas-, es algo así como un arresto domiciliario para la eternidad. Llaman a tu puerta y lo de siempre, es la muerte, firme aquí, está usted muerto, ya no puede llamar a nadie ni hacer visitas ni salir a comprar leche. Tampoco puede hacer pedidos por internet: nada, tendrías que haber sido previsor y haber acumulado latas por si te morías cualquier día. Pero ya es tarde, no puedes ir a ningún sitio y, lo que es peor, la muerte se instalará a vivir contigo. Normalmente le gusta estar en alguno de los cuartos libres que tengas en la casa, pero si no hay ninguno tampoco viene con exigencias, eso también hay que agradecérselo; duerme en el sofá o pone un colchón en el comedor para tumbarse por las noches. A partir de aquí tu día a día será un infierno. Cuando te levantes despeinado y con legañas saldrás al pasillo, y allí estará la muerte dándote los buenos días; te prepararás un café para despejarte y estará ella sentada en la mesa del comedor, y querrá conversación aunque sean las siete de la mañana; cada vez que te duches tendrás que ir deprisa, porque ella siempre querrá entrar al baño; cocinará sin dar el extractor y la casa olerá a salsa de tomate durante semanas; y, si en la vida has sido una persona realmente miserable, cada noche se traerá un ligue distinto, que será siempre rubia –la muerte es lesbiana-, y estará también por la mañanas en la mesa de la cocina deseando hablar contigo. Moraleja: compra el tabaco por cartones.

1 Comments:

Anonymous Anónimo diu...

Muy divertido y ocurrente. Sí, desde luego si hay un infierno debe ser como eso (¿y encima no se deja...?)

10 febrero, 2006 13:30  

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