Hoy ha entrado la calle en casa. Las lámparas se han vuelto farolas, las baldosas adoquines, y los libros de la estantería coches aparcados en doble fila. Si me cruzo contigo por el pasillo casi no te reconozco y cambio de acera.
Hay mañanas en las que te despiertas demasiado deprisa y pillas al mundo desprevenido. Las cosas están como acabadas de poner ahí. Los muebles, las paredes, los zapatos, el gel de ducha; les falta algo, y parecen estar esperando a que te des la vuelta para ponerse a existir del todo.
Hay días en los que salir del dormitorio es irse al extranjero. El comedor te recibe frío, con los ceniceros llenos y los zapatos descalzados en la alfombra. En la cocina los muebles te miran como en inglés, y el cajón de los cubiertos abre la boca para amenazarte con los cuchillos.
Hay mañanas en las que te despiertas demasiado deprisa y pillas al mundo desprevenido. Las cosas están como acabadas de poner ahí. Los muebles, las paredes, los zapatos, el gel de ducha; les falta algo, y parecen estar esperando a que te des la vuelta para ponerse a existir del todo.
Hay días en los que salir del dormitorio es irse al extranjero. El comedor te recibe frío, con los ceniceros llenos y los zapatos descalzados en la alfombra. En la cocina los muebles te miran como en inglés, y el cajón de los cubiertos abre la boca para amenazarte con los cuchillos.
3 Comments:
A veces somos nosotros quienes pillamos al mundo desprevenido, y viceversa,,, porque en ocasiones el mundo nos pilla bajando el pie derecho antes que el izquierdo, sin calcetines y con un frio que pinta de color morado tu piel.
Un saludo
Tharsis
http://mientrasvivimos.blogomundo.com
Mi apartamento es mi reino, pero también mi prisión. Sucede cuando uno se aburre de sí mismo y ni siquiera encuentras entretenido masturbarte, ni leer.
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