Durante algún tiempo intenté escribir algo serio, hasta que hace dos años me di por vencido y probé la poesía.
Una tarde comencé a escribir sin pensar, liberado del yugo del sentido.
El vacío entre tú y yo / se arremolina vencido / cómplice de tus amaneceres / Mido tu respiración / cohibido / hasta que el muro de arena que nos separa / se derrumba / como un castillo infantil.
¿Por qué no? He leído tonterías peores, me dije, y mandé una ristra de falsos poemas como ese al concurso de un ayuntamiento del sur de España, que me envió de vuelta 300 euros.
Desde hace unas semanas, en las estanterías de algunas librerías españolas hay un libro mío, bajo pseudónimo, con esa selección elogiosamente prologada por un joven poeta convencido, él sí, de que todo va en serio.